Un milagro llamado Blancos de Rueda Valladolid

Todos los indicios apuntaban, semanas antes del inicio de la liga ACB, a un año difícil, muy difícil, para el Blancos de Rueda Valladolid.

Una pretemporada nefasta con un balance de una victoria y cinco derrotas, con un cero a tres ante conjuntos ACB, no hacían presagiar nada bueno. Y es que no fueron derrotas ajustadas en las que los pupilos de Roberto González estuvieron en la  disputa del choque hasta el final, si no palizas sonrojantes (-25 ante CB Canarias, -24 contra Lagun Aro, -28 frente a Cajasol) o fracasos ante equipos de Adecco Oro (Palencia Baloncesto) o incluso plata (Óbila) que hacían palidecer los rostros de los aficionados más fieles del conjunto morado.

Las críticas fueron feroces y los comentarios impregnados de una negatividad absoluta mientras los jugadores, a cuenta gotas, iban llegando a orillas del Pisuerga a escasas semanas, incluso días, del inicio de la competición liguera, he ahí otro de los motivos de la mala fase preparatoria de cara a la liga en la que los canteranos tuvieron que salvar los muebles como pudieron.

Con presupuesto cero y un ojo clínico excepcional para lograr firmar jugadores que dieran la talla en la mejor liga de baloncesto de Europa, los servicios administrativos del club se pusieron manos a la obra.

En agosto aterrizaron en Valladolid: David Navarro, Antonio Izquierdo, O’Leary, Cizauskas, Mohammed y un trotamundos de la Liga Endesa como Jordi Grimau, que aportaría esa dosis de veteranía tan necesaria en una liga de tanta calidad, lucha y brega como la ACB.
En septiembre, Edu Ruíz, Tripkovic, Sinanovic (a cinco días del debut en el Palau) y los dos americanos: Renfroe y Hunter cerraban un plantel elaborado de forma rápida, que se presentaba como una incógnita a priori, y que estaba liderada por Roberto González y capitaneada por Nacho Martín, único jugador de la plantilla que repetía con respecto a la temporada pasada.

Sin embargo, poco iba a tardar el Blancos de Rueda en dar la primera campanada, nada más y nada menos que en el prólogo de la competición regular ante todo un Regal Barça y en un escenario único como el Palau, 71-78, y cambio radical, tanto en el ánimo de los principales protagonistas, los jugadores, como en la prensa vallisoletana que calificaba de heroica la gesta conseguida por un grupo sin apenas tiempo para coexionarse como conjunto. A partir de ahí calma y a trabajar pensando en el objetivo último de la permanencia.

Regal Barça, Assignia Manresa, Asefa Estudiantes, Lagun Aro, Valencia Basket, CAI Zaragoza y FIATC Joventut (en dos ocasiones), han sucumbido ante un equipo que se ha visto lastrado por lesiones de larga duración como la de O’Leary o David Navarro, la marcha de Tripkovic al Fenerbahce, jugador importante en el juego exterior del equipo, o los problemas económicos que inciden de forma directa en rendimiento de unos jugadores que tienen que dividir sus esfuerzos mentales en pensar, por un lado, como pagarán su alquiler-hipoteca el mes próximo y por otro en competir al máximo nivel ante ‘miuras’ de la talla de Caja Laboral, Real Madrid, Regal Barça, etc.


Problemas, los económicos, que en la última semana han vuelto a salir a la palestra cuando el pívot norteamericano, Othello Hunter (Conoce más de Othello Hunter), se negó a entrenar con el resto de la plantilla tras no cobrar su nómina los últimos dos meses.

Bajo estas dificultades deportivas y sobre todo económicas, que al final acaban afectando en el ánimo de todo profesional que se preocupa al comprobar que no se le ingresa la remuneración correspondiente en relación con el trabajo realizado, parece imposible pensar que el conjunto que dirige Roberto González se encuentre en la jornada vigésimo primera de competición con ocho triunfos, cuatro por encima de Manresa que marca los puestos de descenso.
A pesar de esto, habrá que trabajar mucho en las trece jornadas restantes para certificar lo que sería el milagro de la salvación, impensable al inicio de la temporada.