Carta de despedida a mi ídolo

“Esto es lo que sueñas cuando eres un niño, incluso antes de entrar en la liga.”

Parece que fue ayer cuando aquel niño de ocho años veía por primera vez un partido de baloncesto, la madrugada de un día de navidades del 2006, junto a su primo mayor, sujetando una bolsa de golosinas en la mano. Echaban en Canal + un partido que parecía interesante y que aquel niño del que hablo presenció por casualidad; jugaban los Lakers contra los Sixers en el Wells Fargo Arena. Allen Iverson, persona a la que dirijo esta carta, todavía defendía los colores de Philadelphia, y se encaraba aquella noche contra un tal Kobe Bryant que lucía el dorsal 8 en su espalda.


Aquel niño que menciono se llamaba Gabriel, y a raíz de ese partido comenzó a gustarle el baloncesto. ¿Cómo explicar el juego de Iverson? Primero me secuestró con un crossover, después me enamoró con un tiro imposible y para rematar, me dejó claro que desde entonces sería mi espejo, mi ejemplo a seguir. Como es normal, esta noche en la que se retira la camiseta de Allen (1/3/2014), la gente se acuerda de él. En mi caso no es así, claro que no. Cualquiera que me conozca puede decir que rindo culto a The Answer los 365 días del año, pues hasta he llegado a ver sus partidos en su última época en Turquía.

“Sólo por ponerle un traje a un hombre, no significa que sea un buen tipo.” 

Allen me enseñó a confiar en mí, a forjarme una personalidad, a ser yo mismo, independientemente de lo que los demás dijeran.

“Personalmente, yo sólo quiero ganar un campeonato. Tan sólo hay que jugar cada partido como si fuese el último.”

También me enseñó a ser ambicioso, a tener hambre de victoria, y siempre aceptando las derrotas para hacerme más fuerte.

“Me siento igual a la mesa con un millonario que con un indigente.”

Aprendí de él a respetar a todas las personas, independientemente de la condición social o de cualquier otro tipo. Quizás esto es lo que más llevo clavado en la mente en mi día a día.

A través de su juego, ha hecho que yo sea como soy, y no como quieren que sea. Me duele no haberle visto jugar en el Wells Fargo en directo con mis propios ojos, es un sueño que ya no podré cumplir, y me apena pensarlo. También me fastidia que no haya podido conseguir todo lo que deseaba, muchas veces por su mala cabeza. Pero una cosa es segura, me siento orgulloso de que a partir de esta noche, su camiseta cuelgue del techo del estadio de Philly.

Me emociono escribiendo todo esto, porque pienso en que ya nunca le volveré a ver botar un balón. Después de todo, nada es para siempre. Con todo esto, quiero dejar constancia de todo lo que ha significado para mí como jugador, y más aún como persona.
Gracias, Allen Ezail Iverson, por haber jugado al baloncesto.



“ONLY THE STRONG SURVIVE”, Allen Iverson Forever.