La rabia con la que pulso cada letra en el teclado aún refleja lo doloroso que fue, al menos para mi, la derrota de anoche.
Tan dolorosa como inesperada. Todo lo que podía salir mal, salió. No se seleccionaban bien los tiros, no se cerraba el rebote y, los más preocupante, desde el banquillo no se atisbaba una posible reacción.
Aún así, no debemos olvidarnos de una cosa, que no nos cieguen los colores. La selección francesa, actual campeona de Europa, entrenada por un gran técnico como lo es Vincent Collet, realizó un partido excepcional. El pulso del encuentro lo marcó él, con sus decisiones y su forma de preparar un encuentro contra quién, días antes, les había vapuleado.
A diferencia del combinado español, los cuáles se veían de alguna forma ya en la (no vamos a mentirnos) esperada final contra Estados Unidos, Francia entrenó para este partido como si fuera el último, minimizando errores y yendo a cada balón con una intensidad marcada por las ganas de ganar.
Pero una vez expuesta esta pequeña idea de lo que fue para mi el partido de anoche, prefiero centrarme en algo mas emocional. En lo que verdaderamente significa para nosotros, los españoles y seguidores del baloncesto, esta amarga derrota.
Con casi toda seguridad, estos fueron los últimos minutos de lo que conocemos como LA MEJOR GENERACIÓN DE BALONCESTO DE LA HISTORIA DE ESPAÑA, y, en estos momentos, dudo mucho que haya otra que pueda igualarla, al menos a medio-largo plazo.
Me llena de felicidad poder haber sido contemporáneo a este EQUIPO, que tantas y tantas veces nos han hecho disfrutar con su juego, reflejado posteriormente en grandes victorias.
Ni el dolor ni la rabia de la derrota de anoche borrará de mi memoria partidos como los que nos hicieron vivir en Saitama, cuando se proclamaron CAMPEONES DEL MUNDO, o aquella final en los JJOO de Londres donde hicimos temblar los cimientos de la todopoderosa selección estadounidense. Esos momentos siempre estarán conmigo, en lo mas profundo de mi.
Por eso no es momento de críticas, sino de agradecimientos. Porque mientras jugadores de otras selecciones imponían intereses propios ante los de su selección, nosotros teníamos a gente como Pau, Marc o Felipe defendiendo la camiseta que nos representa a todos.
Gracias por tantos y tantos momentos que nunca olvidaremos.
SIEMPRE SERÉIS ETERNOS.
Tan dolorosa como inesperada. Todo lo que podía salir mal, salió. No se seleccionaban bien los tiros, no se cerraba el rebote y, los más preocupante, desde el banquillo no se atisbaba una posible reacción.
Aún así, no debemos olvidarnos de una cosa, que no nos cieguen los colores. La selección francesa, actual campeona de Europa, entrenada por un gran técnico como lo es Vincent Collet, realizó un partido excepcional. El pulso del encuentro lo marcó él, con sus decisiones y su forma de preparar un encuentro contra quién, días antes, les había vapuleado.
A diferencia del combinado español, los cuáles se veían de alguna forma ya en la (no vamos a mentirnos) esperada final contra Estados Unidos, Francia entrenó para este partido como si fuera el último, minimizando errores y yendo a cada balón con una intensidad marcada por las ganas de ganar.
Pero una vez expuesta esta pequeña idea de lo que fue para mi el partido de anoche, prefiero centrarme en algo mas emocional. En lo que verdaderamente significa para nosotros, los españoles y seguidores del baloncesto, esta amarga derrota.
Con casi toda seguridad, estos fueron los últimos minutos de lo que conocemos como LA MEJOR GENERACIÓN DE BALONCESTO DE LA HISTORIA DE ESPAÑA, y, en estos momentos, dudo mucho que haya otra que pueda igualarla, al menos a medio-largo plazo.
Me llena de felicidad poder haber sido contemporáneo a este EQUIPO, que tantas y tantas veces nos han hecho disfrutar con su juego, reflejado posteriormente en grandes victorias.
Ni el dolor ni la rabia de la derrota de anoche borrará de mi memoria partidos como los que nos hicieron vivir en Saitama, cuando se proclamaron CAMPEONES DEL MUNDO, o aquella final en los JJOO de Londres donde hicimos temblar los cimientos de la todopoderosa selección estadounidense. Esos momentos siempre estarán conmigo, en lo mas profundo de mi.
Por eso no es momento de críticas, sino de agradecimientos. Porque mientras jugadores de otras selecciones imponían intereses propios ante los de su selección, nosotros teníamos a gente como Pau, Marc o Felipe defendiendo la camiseta que nos representa a todos.
Gracias por tantos y tantos momentos que nunca olvidaremos.
SIEMPRE SERÉIS ETERNOS.