Tras la resaca de una notable temporada, en la que se consiguió el título de la División Atlántico con un récord de 54 victorias por 28 derrotas (2º en la Conferencia Este) pero que se vio truncada en play-offs frente a los rocosos Indiana Pacers (4-2 en semifinales), los inquilinos del legendario MSG afrontan un nuevo curso baloncestístico con ánimos y energías renovadas.
Así lo reflejan las declaraciones del líder de la franquicia, Carmelo Anthony, que cuajó un año espectacular: “Hemos mantenido el núcleo del equipo (JR Smith, Prigioni y K. Martin) y hemos firmado a Metta (en palabras de Spike Lee, “una versión alocada de Charles Oakley”) y a Bargnani, que fue una ganga. Nos espera una buena temporada a todos”.
No obstante, la opinión pública parece no estar del lado de los neoyorquinos. Existen voces autorizadas que les consideran “sólo” el 5º mejor equipo del Este y muchos analistas ya no creen ni que los Knicks sean el mejor equipo de Nueva York tras añadir Brooklyn, a su ya de por sí poderoso equipo, nombres de peso como Andrei Kirilenko, Jason Terry o, sobre todo, el de dos futuros Hall of Famers como son los veteranísimos Paul Pierce y Kevin Garnett.
Pero, ¿cómo se entiende que un equipo que ganó 54 partidos el año pasado y que ha añadido talento al grueso del mismo (a los mencionados Metta y Andrea habría que nombrar al rookie Tim Hardaway Jr.) baje del 2º lugar (real) al 5º en la apreciación de los aficionados? ¿Cómo es posible que una franquicia que ha conseguido un banquillo más profundo y útil, que se ha rejuvenecido notablemente (bajas de los jurásicos Rasheed Wallace, Jason Kidd, Marcus Camby, Kurt Thomas…) y que ha mejorado defensivamente (léase un quinteto con Tyson, Kenyon, Metta, Shumpert, Prigioni y apriétese los machos) haya empeorado según los expertos?
Las respuestas a estas preguntas las dejo como ejercicio al consumado lector pero una cosa queda bien clara: los del club de la Gran Manzana están poniendo todo de su parte para que su gran estrella, el de Red Hook, no se vea tentado a abandonar el barco el próximo verano como agente libre. Un escenario como el Madison Square Garden merece verle campeón vestido de Knickerbocker antes de su demolición, ¿no les parece?
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