Recientemente se ha sabido que el CDB Sevilla, por todos conocidos como Cajasol, va a volver a vestir con los colores con los que empezó su andadura en la élite: el rojo y el verde. Y queridos lectores, permítanme que hoy les hable del equipo de baloncesto que me ha hecho sufrir tantas veces y disfrutar otras, por desgracia, menos cuantiosas ocasiones.
Era muy pequeño cuando aquel Caja de Aza Petrovic daba la campanada y conseguía acceder a la final de la Liga ACB por primera vez en su historia. Antes de incidir en el tema les diré que Sevilla es la única ciudad del mundo en la que Drazen es el “otro” de los Petrovic. De la mano de Michael Anderson, el Caja San Fernando terminaba la liga regular 95/96 en la séptima plaza, enfrentándose en primera ronda ante el Madrid, al que sorpresivamente tumbó en dos partidos. En semis se venció al TDK Manresa por 3 – 1, finalizando el sueño en la final, ya que un inflexible Barça ganó 3 – 0. No sería la última vez en la que los culés aguaron la fiesta sevillana.
En la temporada más mágica y exitosa de la historia del Caja, la 98/99, mis recuerdos si empiezan a florecer, gracias a un mágico André Turner, a un potente Scott, y de otros como Nacho Romero, o Chuck Kornegay. Un equipo que practicaba un baloncesto de kilates, y que conectó de lleno con una afición volcada. Tercera posición al final de la liga, y a enfrentarse en cuartos contra el Pamesa Cerámica de Valencia.
Era muy pequeño cuando aquel Caja de Aza Petrovic daba la campanada y conseguía acceder a la final de la Liga ACB por primera vez en su historia. Antes de incidir en el tema les diré que Sevilla es la única ciudad del mundo en la que Drazen es el “otro” de los Petrovic. De la mano de Michael Anderson, el Caja San Fernando terminaba la liga regular 95/96 en la séptima plaza, enfrentándose en primera ronda ante el Madrid, al que sorpresivamente tumbó en dos partidos. En semis se venció al TDK Manresa por 3 – 1, finalizando el sueño en la final, ya que un inflexible Barça ganó 3 – 0. No sería la última vez en la que los culés aguaron la fiesta sevillana.
En la temporada más mágica y exitosa de la historia del Caja, la 98/99, mis recuerdos si empiezan a florecer, gracias a un mágico André Turner, a un potente Scott, y de otros como Nacho Romero, o Chuck Kornegay. Un equipo que practicaba un baloncesto de kilates, y que conectó de lleno con una afición volcada. Tercera posición al final de la liga, y a enfrentarse en cuartos contra el Pamesa Cerámica de Valencia.
Pero antes, tenemos que retrotraernos unos meses, hasta finales de enero del 99. Copa del Rey en Valencia, y a los sevillanos les cae en suerte el equipo anfitrión, al cual apean por un solo punto (57 – 58). En semis se acaba con las aspiraciones del Barcelona (79 – 85) con un Turner y un Scott superlativos, firmando 50 puntos entre los dos. Pero de nuevo, el infortunio se iba a cebar con el Caja, cuando durante una disputada final contra el TAU de Bennett, Turner se lesionó en el tobillo derecho. Le sustituyó un joven Anderson Schutte, que sobrepasado por las circunstancias perdió el control del encuentro y con ello el dominio en el luminoso. Cuando la mermada estrella rojiverde volvió al parquet, el equipo baskonista ya había metido la velocidad de crucero y no permitió la remontada. 61 – 70, y segunda final perdida para los de la capital andaluza.
Como decía antes, el Caja cerró una gran temporada regular, enfrentándose en los PlayOffs por el título de nuevo con el Pamesa, al cual en una serie apretadísima, se eliminó 3 – 2. Al igual que en la 95/96, el Madrid sería el rival de semifinales, y los capitalinos no podían tampoco con el poderío sevillano (3 – 1). En la serie final, aguardaba el Barcelona, y los culés volvieron a sacar a paseo el rodillo, cercenando con un 3 – 0 inapelable el deseo cajista de campeonar por primera vez.
A partir de ahí, y salvo el fogonazo de la Copa del 2004, celebrada en San Pablo y a la cual se llegaron a unas meritorias semis, el lustre de las plantillas sevillanas decaía merced a un trabajo horrible, y la ciudad empezó a alejarse de un equipo que había sido uña y carne con el pueblo hispalense.
Tan perdido estuvo el Caja que desde el 2004 hasta nuestros días ha tenido como camiseta local colores tan diversos como el rojo, el verde, el negro, el azul, el magenta, y el celeste; muestra de lo perdido que ha llegado a estar en busca de una identidad que perdió, pero que siempre tuvo tan presente. Y ahora se ha recuperado. Por Aza, por André, por Raúl, por Donatas, por Nacho, por Darryl, por Sevilla, vuelve el ROJO y VERDE a Sevilla.
A partir de ahí, y salvo el fogonazo de la Copa del 2004, celebrada en San Pablo y a la cual se llegaron a unas meritorias semis, el lustre de las plantillas sevillanas decaía merced a un trabajo horrible, y la ciudad empezó a alejarse de un equipo que había sido uña y carne con el pueblo hispalense.
Tan perdido estuvo el Caja que desde el 2004 hasta nuestros días ha tenido como camiseta local colores tan diversos como el rojo, el verde, el negro, el azul, el magenta, y el celeste; muestra de lo perdido que ha llegado a estar en busca de una identidad que perdió, pero que siempre tuvo tan presente. Y ahora se ha recuperado. Por Aza, por André, por Raúl, por Donatas, por Nacho, por Darryl, por Sevilla, vuelve el ROJO y VERDE a Sevilla.