¿Cómo podía ser posible que una selección que se había coronado en el 2006, se había quedado en el umbral de la gloria en 2007, y había jugado el mejor partido de la historia del baloncesto FIBA contra una de las mejores selecciones norteamericanas en 2008, podía sufrir tanto en una fase clasificatoria de un EuroBasket?
Pues en esas circunstancias se encontraba España en el EuroBasket del 2009, disputado en Polonia, y en el que la selección de Scariolo buscaba su primer oro continental. El debut no podía ser peor, contra una Serbia muy remozada y motivadísima llegamos a perder de 19 puntos, para caer al final solo de nueve (66 – 57). Aunque este no iba a ser el peor momento del torneo.
Martes, 8 de septiembre del 2009. España se enfrentaba a la cenicienta del grupo, Gran Bretaña, en un partido en el que la mayor preocupación era de cuantos puntos íbamos a ganar. El combinado nacional hizo una primera parte bastante buena en ataque, aunque dejaba con vida a los británicos. Lo que estaba por venir, ni la más retorcida pluma lo podía imaginar.
España, tras el descanso, apretaba hasta los dieciséis puntos de ventaja, lo que le relajaba, confiados de un final cómodo. Pero el encuentro entró en una vorágine de faltas que cercenó el ritmo del partido, lo que dio alas a Gran Bretaña, que con un parcial de 14 – 34, se ponía con cuatro puntos de ventaja, a falta de menos de cinco minutos para el bocinazo final.
Horror, pánico, miedo. Si España perdía, estaba en la calle a las primeras de cambio. Por suerte, salió al rescate nada menos que Pau Gasol, que con su savoir-faire en los momentos de tensión, dio la victoria a la selección de rojo, que se había visto contra las cuerdas y al borde del abismo, pero había solventado la papeleta. Todavía quedaba un último escollo, la selección de Eslovenia, a la que había que ganar “si o si” para pasar a la siguiente ronda.
Solo un día después de sortear el que hubiera sido el mayor trauma de la historia del basket patrio, los de Scariolo se enfrentaban a otra selección balcánica, Eslovenia. El desenlace de la contienda, digno del mejor Kafka.
Después de un duro encuentro en el que España había llegado a manejar ventajas de diez puntos, se encaraba el final del choque con igualdad tensión al máximo, con una jugada final que se convirtió en un instant classic de los campeonatos europeos. Eslovenia, a falta de 1’5 segundos para el final, tenía dos tiros libres perdiendo de tres puntos. Dragic anotó el primero, y tiró a fallar el segundo. El rebote, de forma aparatosa lo capturó Lorbek, que sobre la bocina anotaba de dos y mandaba el partido a la prórroga. Todo el combinado español se quejaba amargamente de que la canasta era fuera de tiempo. El vídeo demostró dos cosas, que la canasta se había producido antes del final y que Lorbek había cometido unos pasos clamorosos. Juzguen ustedes mismos (minuto 7:30).
En el periodo extra, la solidez española se iba a imponer a Eslovenia, que se quedaba sin gas cuando más lo necesitaba.
España, con más pena que gloria, conseguía pasar a la siguiente ronda como terceros de grupo. En el Top 12, nos acompañaría Serbia, y Eslovenia (cuyos resultados de la primera ronda se arrastraban), con Turquía, Lituania, y los anfitriones: Polonia.
Y otro cataclismo iba a sacudir a los españoles. En el primer partido de la segunda fase, otra derrota. Esta vez ante Turquía, y con polémica, ya que en la última jugada, Scariolo en una decisión sorprendente, le daba la bola al debutante Llull para que machacara cuando perdíamos de uno. El resultado: Ilyasova taponaba al balear, y Turquía terminaba cerrando el partido por 63 – 60.
Algo hizo “clic” en el vestuario español. Justo después del partido, Marc Gasol declaraba a los medios lo que parecía una flecha más al pecho de Scariolo (“Teniendo a Pau en pista, jugarse la última con el chico, el último que ha llegado… pues pasan estas cosas”). Pero cuando parecía que al espeso juego español se le sumaba un vestuario en llamas, todo lo contrario iba a suceder. Otra vez contra las cuerdas, otra reacción maravillosa.
Y el desenlace ya lo conocen. Victoria a Lituania de 14, y a Polonia de 22 para cerrar la clasificación a cuartos, donde esperaba Francia. A los galos se les dio otro repaso, de 20.
En semis, unos viejos conocidos y sedientos, una vez más, de otra venganza que no llegaría. Hablamos de Grecia, que mordió el polvo de nuevo (82 – 64). Y en la final, una explosión de baloncesto y rabia como nunca conocida frente a la que inició todas las voces críticas: Serbia. En un partido sin ningún tipo de historia, España se impuso por 85 – 63.
Todos dudamos, aquel ocho de septiembre de 2009, de la selección que tanto nos había hecho soñar. Yo el primero, perdí la fe y me vi fuera a las primeras de cambio. El abismo estaba tan cerca, que no me di cuenta de que estaba en buenas manos. Por suerte, el destino no estaba en nuestras manos.